Proyecto
Antonino Cardillo
Junto a una pendiente rocosa, tras un bosque de pinos, se encuentra una casa en forma de torre. No es redonda, pero su forma geométrica se dilata hacia oriente y occidente para acoger en su interior la luz baja y cálida del sol al alba y al atardecer. Un doble muro, realizado de progresivas coladas de hormigón aligerado, desarrolla el perímetro de una elipse, soportando, en la parte superior, una extendida cubrición en pendiente. En el vacío interior entre los dos muros, una amplia zona intersticial contiene los espacios servidores – escalera para la zona noche, servicios, caldera, despensa, aseo – sirven los espacios principales vivideros de la casa y contribuyen a estabilizar la temperatura de la gran sala central. Dentro, la implantación compositiva de partida, viene reinterpretada a través de un sistema ortogonal, girado en planta respecto a los ejes mayores de la elipse; coordina algunos volúmenes estereométricos, incluyendo la habitación para los huéspedes en la planta baja y la zona de noche al aire libre en el primer piso. En todo su entorno, profundos huecos en el muro exterior, sugieren direcciones inesperadas y fugadas hacia las rocas y el bosque exterior, descomponenendo el cielo en múltiples cuadrantes. En el curso de los días, de las noches y de las estaciones, los gruesos intradoses de las ventanas registran los cambiantes colores de la bóveda celeste. Así, la luz del cielo realiza una arquitectura mutante, constatando el tiempo que discurre. La luz colorea el espacio, y cambia con él. En el seguimiento de los cambios, la materia permanece en su esencia original: incolora o con tendencia al gris.
